domingo, 3 de agosto de 2025

Bertrand Russell y el marxismo

Bertrand Russell, seguramente ya en oposición al marxismo, consideraba que el socialismo no era una doctrina estricta y definible. Así, una aproximación al mismo consiste en el derecho a la propiedad colectiva de la tierra y del capital; naturalmente, esa propiedad puede aludir a un Estado o, en el caso de los anarquistas, a la propiedad en común por la libre asociación de hombre y mujeres sin la intervención de gobierno alguno. Como es sabido, y tal como Russell indica, existe gran diversidad de escuelas dentro del socialismo.

Para Russell, las aportaciones esenciales de Marx pueden reducirse a tres: la interpretación materialista de la historia, la ley de concentración del capital y la lucha de clases.
Según la interpretación materialista de la historia, los fenómenos de la sociedad tienen su origen en las condiciones materiales; éstas, según esta visión, están incorporadas a los sistemas económicos. En términos generales, para Marx la política, las leyes, la religión o la filosofía son expresiones del régimen económico de la sociedad en que se han producido. No hay que hablar de que el motivo económico sea consciente, sino de que las condiciones económicas forman el carácter y la opinión, constituyen la fuente principal de multitud de hechos aparentemente inconexos. El materialismo histórico observa dos revoluciones: la de la burguesía contra el feudalismo, del pasado, y la que vendrá, el proletariado contra la burguesía, que dará lugar al sistema socialista. Se trata de una interpretación inevitable de la historia que conducirá finalmente hacia lo bueno, el socialismo; los capitalistas son también víctimas, en la sociedad burguesa, de esa necesidad histórica hasta que la posesión privada de los medios de producción pasen a ser comunales. 

jueves, 24 de julio de 2025

La lucha de clases hoy y el anarquismo

¿Qué podemos decir hoy sobre la lucha de clases? La propia aclaración, por parte de algunos anarquistas, de que ellos sí están a favor de la lucha de clases es una invitación ya al debate, siempre saludable desde la perspectiva libertaria.

Desde sus orígenes, el anarquismo se ha opuesto a la sociedad de clases, y ha combatido cualquier forma de alienación y explotación; es así, por ser una variedad del socialismo, que confía plenamente en la libertad y espontaneidad de las personas, lo que le diferencia de otras corrientes. La cuestión es si esta visión tradicional sobre la explotación y la lucha de clases se ha visto tan influenciada por el marxismo, y su visión de que los trabajadores se vuelven inevitablemente revolucionarios, que hoy es un obstáculo primordial para la transformación social. El anarquismo no se limitó nunca a señalar solo la explotación económica, por lo que el antagonismo de clase bien se podría sustituir (o, mejor, extender) a la lucha por acabar con la dominación. Es cierto que este análisis, tal vez demasiado elemental, lo realiza a priori la mayor parte de los anarquistas, pero bien merece la pena insistir en ello una vez más.

sábado, 12 de julio de 2025

Una dosis de nihilismo para el anarquismo

Los motivos por los que tantas personas se entregan a causas trascendentes (póngase aquí el término que se quiera, todos trasuntos de la vieja idea de Dios), ajenas en mi opinión a todo valor libertario, se nos antojan tan abstrusos como irritantes; por ello, tal vez el anarquismo necesite siempre de cierto nihilismo, la permanente reflexión crítica con los valores instituidos con el objeto de que germine un nuevo horizonte libertario.

Empecemos, una vez más, con que consideramos que el anarquismo no se reduce a ideología o doctrina alguna, y si así lo consideramos caemos en los viejos errores dogmáticos (autoritarios), quizá incluso de forma aún peor al adornarse con una retórica libertaria. Así, cada vez estoy más convencido de que las ideas libertarias necesitan de una buena dosis de nihilismo. Aunque haya quien, seguramente dogmáticos de diverso pelaje, insista en que  los nihilistas son seres sin ningún principio moral, ni de tipo alguno, que pretenden seguramente la mera destrucción de la civilización, de nuevo nos encontramos con visiones reduccionistas, superficiales o, directamente, falaces. El nihilismo, tal y como lo veo y sin entrar en densas disquisiciones filosóficas, no es casualidad que a veces se la haya confundido con un escepticismo radical, ya que se trata en mi opinión de la negación de que haya una esencia en la realidad humana. Así, puede entenderse como el rechazo de principios absolutos, lo que consideramos uno de los grandes males que ha llevado al enfrentamiento de la humanidad, y todo se encuentra en movimiento, poco o nada permanece en ese cambio.

sábado, 21 de junio de 2025

La negación de toda necesidad histórica

Resulta curioso que los anarquistas, o al menos gran parte de ellos, a pesar de su repulsa a toda dominación, hayan analizado que la llamada "voluntad de poder" es uno de los estímulos más fuertes en el desenvolvimiento de la sociedad humana. A pesar de su importancia, y de ser de alguna manera la esencia del socialismo, se critica la rígida visión de Marx, según la cual todo acontecimiento político y social es únicamente el resultado de las condiciones económicas.

Ya autores anteriores al autor de El capital señalaron la importancia de ello, pero es necesario analizar otras razones para explicar los fenómenos sociales. En ese sentido (y en un muchos otros), Rudolf Rocker es de una actualidad innegable, al negar esa visión necesaria y absoluta de la historia. No es casualidad que Marx sea un discípulo de Hegel, el creador del Absoluto, de la necesidad histórica y descubridor de las "auténticas" leyes sociales. A su vez, los discípulos de Marx convirtieron su visión en poco menos que una nueva religión, de índole científica, pero religión al fin y al cabo al estar plagada de dogmas y ser aceptados de forma más bien acrítica. No es posible equiparar, con pertinaz cientifismo, los fenómenos sociales a los fenómenos físicos. Las leyes de causalidad gobiernan la naturaleza y los hechos estrictos la caracterizan. Por su parte, la existencia humana está determinada también por esas leyes, y aunque es posible canalizar esas fuerzas naturales hasta cierto punto, nunca será posible suprimirlas.

sábado, 7 de junio de 2025

Colin Ward y la anarquía en acción

Colin Ward (1924-2010) fue un hombre cuyo compromiso con el anarquismo fue activo hasta el final de sus días; arquitecto, urbanista, pedagogo, autor de numerosos ensayos (aunque, de nuevo hay que decirlo lamentablemente, escasea su obra publicada en castellano) y colaborador incansable en el grupo vinculado a la publicación Freedom. El mismo Ward, hablando de los orígenes de sus ideas libertarias, afirmó en alguna ocasión cómo logro inmunizarse en los años 30 contra el dogmatismo y la idolatría por Stalin que afectó a gran parte de la izquierda. Ello se produjo gracias a las lecturas de Emma Goldman y Alexander Berkman, provenientes de la librería anarquista de Glasgow, por un lado, y a las de Arthur Koestler y George Orwell, por otro. Ward subscribía la famosa definición para anarquismo realizada por Kropotkin en 1905 para la Enciclopedia Británica. Podía denominarse tanto socialista como anarcosindicalista, aunque consideraba que existían diversos caminos para desembocar en el anarquismo, como se había demostrado en el colectivo de Freedom Press. Su crítica era evidente hacia aquellos que empleaban tiempo en tratar de denostar otra facción ácrata. 
Anarquía en acción
(Enclave, Madrid 2013), Colin Ward defiende que la sociedad libertaria que nos gustaría ya se encuentra aquí (a excepción de algunos "pequeños" contratiempos como la explotación, la guerra, el autoritarismo o el hambre), enterrada bajo el peso del poder político, de la burocracia, del capitalismo y de la religión. Se niega así cualquier especulación anarquista sobre una sociedad futura y se apuesta por la organización humana producto de la vida cotidiana, capaz de superar toda suerte de inclinaciones autoritarias. Gustav Landauer lo expresó de la siguiente manera: "la actualización y reconstrucción de algo que siempre ha estado presente, que existe junto al Estado, aunque subterráneo y desperdiciado". El mismo autor aportará una interesante reflexión: "El Estado no es algo que pueda ser destruido por una revolución, sino una condición, cierta relación entre seres humanos, un modo de comportamiento humano; lo destruimos contratando nuevas relaciones, comportándonos de diferente forma". Paul Goodman, a su vez, afirmó: "una sociedad libre no puede ser la substitución del 'viejo orden' por el 'nuevo orden'; es la extensión de círculos de acción libre hasta que constituyen la mayor parte de la vida social". Se trata de un bello punto de vista; si se comienza a mirar la sociedad humana desde una óptica anarquista, se acaba descubriendo que las alternativas están ahí en el subsuelo de la dominación socipolítica y que todas las personas las tienen al alcance de la mano.

viernes, 16 de mayo de 2025

La indignante mistificación de la condición libertaria

El éxito de Javier Milei, un peculiar economista reconvertido en político, en las elecciones argentinas ha traído a la actualidad, y exacerbado, algo que solo puede enervar a alguien con un mínimo de conocimiento político y sensibilidad social. Esto es, la apropiación por parte de vulgares ultraliberales del término libertario[1] y su reproducción, totalmente acrítica, por parte de los medios generalistas en su sentido fraudulento con, desgraciadamente, notable calado en un imaginario popular no siempre sobrado de bagaje moral e intelectual[2].

Aunque no pocas veces podamos usar en el lenguaje lo libertario como sinónimo de anarquista, puede venir al caso la distinción que Carlos Taibo ha realizado en ciertas ocasiones y con la que podemos estar muy de acuerdo. Así, aunque, efectivamente, en nuestro idioma libertario y anarquista resultan prácticamente sinónimos, podemos considerar anarquista a alguien que conoce bien las ideas y las prácticas históricas adscritas a dicha filosofía (término que me resulta francamente preferible a los de doctrina o ideología), mientras que aquellas personas esforzadas en organizar la sociedad desde abajo, trabajando por la autogestión y el apoyo mutuo, podemos tenerlas, conozcan o no a los grandes pensadores ácratas, como inequívocamente libertarias.

viernes, 25 de abril de 2025

Carlos Giménez: talento, memoria y compromiso en la viñeta


Carlos Giménez nació en el madrileño barrio de Lavapiés, cuando solo hacía dos años del final de la Guerra Civil. Creció en un colegio de Auxilio Social, tal y como quedará reflejado en la serie de Paracuellos, una de sus grandes obras, y allí empezó a dibujar tebeos emulando a los que serían sus primeros maestros, como es el caso de Juan G. Iranzo artífice de las peripecias del personaje de El Cachorro.

A los 18 años, Carlos Giménez entró ya a trabajar en el estudio del dibujante López Blanco y, después de pasar por un penoso servicio militar, en algún que otro estudio donde empezó sus primeros pasos como historietista en series alimenticias.
Poco después, se va a Barcelona donde se convertirá en todo un profesional en la agencia Selecciones-Creaciones Ilustradas, en la que realiza multitud de trabajos que serán reconocidos internacionalmente. De nuevo esta parte de su vida quedó magistral e hilarantemente inmortalizada en otra de sus grandes obras: la serie de Los Profesionales. Obras que le consagrarán, y que alegrarán la vida de multitud de españoles en la Dictadura franquista, son Delta 99, con guión de Jesús Flores, y Dany Futuro, escrita por Víctor Mora -autor de los populares personajes de El Capitán Trueno y sus posteriores calcos El Jabato y El Corsario de Hierro-.